@Andy_Hansen
El Bayern de Múnich no dio lugar a la sorpresa y arrolló al Marsella en su camino hacia las semifinales, donde presumiblemente se medirá al Real Madrid.
Bayern sabía que la diferencia lograda era importante y su entrenador, Jupp Heynckes, aprovechó esta superioridad para reservar a dos de sus pilares: Robben y Mario Gómez descansaron, como también lo hizo por acumulación de tarjetas Schweinsteiger. Apostó por fortalecer el medio campo y por dar otra oportunidad a Olic, que respondió haciendo tantos goles como llevaba logrados hasta la fecha. Sin embargo, el técnico apostó por alinear a sus cuatro futbolistas apercibidos, no hubo miedo a las tarjetas, la limpieza del encuentro no comprometió a ninguno de los afectados, así que la fiesta bávara fue completa. En semifinales sin fisuras.
El Bayern empezó tan cómodo que se despistó al no vigilar debidamente las marcas. Remy y Morel bien pudieron darle un susto favorecidos por el valiente sistema propuesto por Deschamps. Al conjunto local le costó entrar en el partido, pero una vez que engrasó la maquinaria, lo hizo con contundencia. El aliento de su hinchada, soñadora con una posible final en casa, también influyó.
Ribéry fue el motor en los dos goles del primer tiempo. En el 1-0 recibió entre líneas y mantuvo la posesión hasta que Olic cambió su posición de fuera de juego por otra más correcta y decisiva, el francés le puso un pase genial que el delantero sólo tuvo que empujar. Era la sentencia. En la jugada, el maestro galo dejó claras muestras de su clase, de su físico más esculpido y de sus ganas de hacer historia en la Champions.
El Marsella no se rindió y continuó atacando. Mbia hizo lucirse a Neuer con dos grandes estiradas que dejaron una cosa clara: lo más flojo de este Bayern reside en el centro de su defensa. Pero los alemanes sentenciarían el partido con una contra de pizarrón: la jugada nació en el área de Neuer, Ribéry recogió el balón en su área, lo condujo con tanta elegancia como potencia, haciendo tiempo a que Alaba, se proyectara por su izquierda por la izquierda, Ribéry premió la carrera y la fe de su compañero con un pase que éste mejoró en busca de Olic que definio con precisión convirtiendo un golazo que restó interés al resto de minutos.
Con la eliminatoria ya liquidada, en la segunda parte pasaron pocas cosas. Bayern se podía permitir jugar a media máquina y lo hacía mientras que el Olimpique había dejado de creer en los milagros.
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