miércoles, 11 de abril de 2012

@AndyHansenOk   



La impensada derrota ante Atlanta ha dejado a River herido en su autoestima y golpeado en lo anímico en una etapa del torneo en la cual los márgenes de error son muy pequeños y la tensión por sumar de a tres para alcanzar ese tan ansiado ascenso se vuelve cada más insostenible, dar un paso en falso puede resultar fatal. Fue su primera derrota de 2012 y llega tras seis victorias y cuatro empates. 



Aunque en algunos partidos anteriores los resultados se le dieron, es cierto también que su funcionamiento no viene siendo bueno. Con una gran falencia en la elavoración del juego, producto del flojo momento que atraviesa el Chori Domínguez, y de una escasa respuesta del resto de las individualidades capaces de desequilibrar cuando el conjunto no anda bien. Los últimos buenos resultado habían llegado por inspiraciones individuales. Cavenaghi, Ocampos, Aguirre, Domínguez, Funes Mori y recientemente Trezeguet han aparecido para cambiar el curso de los partidos. Pero, más allá de los cambios de nombres y esquemas, River no ha sido un equipo confiable. Porque también hay que destacar que en lo colectivo tampoco está muy afinado. Entonces, sin respuestas individuales y con fisuras desde lo colectivo, la conclusión es evidente: el equipo se vuelve híper vulnerable.


River es, por lejos, el equipo que mayor presión debe soportar en la B Nacional. Cada fecha, el rival lo espera con la servilleta puesta y el cuchillo entre los dientes. Deja la piel. Juega su final del mundo. Quiere el adjetivo "histórico" al lado del resultado. En cambio para River, la victoria sólo trae alivio, la sensación de haber cumplido con una obligación. Si no gana, el efecto negativo se magnifica. Esa presión genera que el equipo juegue ansioso, que quieran resolver los partidos jugando a un ritmo vertiginoso desde el minuto inicial. La vorágine le inhibe los pensamientos.


La situación es preocupante porque si bien hoy está aún en zona de ascenso directo (debería dirimir ese pasaporte con un desempate ante Quilmes), los vaivenes en su juego no lo transforman en un equipo confiable.

Como dato alentador a futuro está el antecedente de que a Matías Almeyda no le tiembla el pulso cuando debe tomar decisiones importantes. El entrenador sabe que el equipo está muy largo, que el Chori Domínguez debe tener mayor regularidad, que Ponzio no debe (ni puede ser la salida), que los volantes externos necesitan tener una mayor participación, que el Tridente debe optimizar su labor etc, etc.


¿Qué puede suceder en el futuro cercano? Un cambio de esquema parecería ser lo más indicado. Ninguno de los laterales por la derecha (Abecasis y Vella) ha estado a la altura de las exigencias, por eso es de esperar que River empiece a jugar con tres en el fondo y retome el puesto en la mitad de la cancha Ezequiel Cirigliano, quien, además de recuperación, le ofrece una salida de pelota más limpia.

Después, en cuanto a nombres, no es mucho más lo que el DT puede hacer. No está en discusión que los mejores son los que salen a la cancha. Sí deberán perfeccionar el funcionamiento. Y no tienen mucho margen para hacerlo. Esto es River, en su año en el infierno. Sufre para dar cinco pases seguidos en campo rival. No disfruta ni cuando gana. Aún así nunca ha salido de la zona de ascenso directo. Sólo perdió cuatro de sus 28 partidos. Los números le cierran. Pero en este contexto extraordinario, el equipo más presionado del mundo no puede jugar bien. 


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