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Por Gran Heber
Desde hace años vengo escuchando el mismo cassette: Cuando las tres patas, jugadores, cuerpo técnico y dirigentes, están bien unidas, las cosas salen bien. En este semestre quedó claro, por lo menos a mí me quedó muy claro, que esa frase es mentira. No digo que los que la dicen mienten, pero tal vez creen realmente que es así cuando los hechos marcan lo contrario. Sucede que los protagonistas la escucharon tantas veces como yo, por lo que es entendible que sea una de las primeras que salen cuando tienen un micrófono adelante.
Boca empezó el año contratando un técnico que jugaba sin enganche y en el plantel tenía a un Riquelme amo y señor del equipo. Estaba claro que Román no estaba en sus planes, y por si quedaban dudas, trajo a Erviti. El estandarte de lo que Falcioni pretende en un equipo. Sacrificio y juego, en ese orden. Fórmula que le dio sus buenos resultados en Banfield. El desafío era encontrar el momento para sacar al diez sin convertirse en el verdugo del sentimiento del hincha.
Y Palermo se retiró. El único que quedaba de la vieja camada con la estirpe necesaria y suficiente para ponerle un freno al ídolo ególatra. Tanto es así, que se recuerda el pedido público de JC para que siga, al menos 6 meses más. Pero eso no pasó.
Plan B: Schiavi. Viejo conocido y amigote del goleador. Con 39 años y un pasado glorioso que lo avala, era la opción ideal para equilibrar la balanza del vestuario, y de paso ordenar la defensa.
Empezado el torneo, antes del partido con Unión, Falcioni ya tambaleaba. Sus propios dirigentes le pusieron el arma en la cabeza públicamente. Pero Boca ganó y los demás no. Boca empataba y los demás también. Y Boca no perdía. Ni tampoco nadie le ganaba.
Ya encaminado al título, apareció Di Zeo y se armó el tole tole. Difícil de creer que en la realidad del fútbol argentino esto no haya llegado de alguna manera a los jugadores. Más aún con la cercanía que alguna vez mostraron. Como si fuera poco, con las elecciones a la vuelta de la esquina y los dirigentes coqueteándose para el armado de las listas. Con el gobierno nacional y de la ciudad metidos también en la disputa.
Si estas son las tres patas unidas, díganme cuales son las desunidas porque no me las imagino. Vaya a saber uno quien inventó esta falacia. Quizá le sirva a algún mal perdedor como excusa. Lo cierto es que esto es fútbol y cuando la pelota rueda en el verde césped, no importa nada más. Porque los pingos se ven en la cancha y los de afuera son de palo.
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