Hace apenas dos semanas pisó por última vez un campo de juego y los hinchas del rojo ya lo estamos
extrañando.
Hace apenas dos
semanas pisó por última vez un campo de juego y los hinchas del rojo ya lo
estamos extrañando.
Y como no extrañar a
aquel pibe de rulitos que en diciembre de 1997 debutaba con la casaca roja, con
tan solo 17 años. Aquel que, en su primera jugada iba al piso, quitaba y salía
con la pelota dominada en los pies y la cabeza levantada para entregarle la
pelota redondita en los pies de un compañero.
Este pibito,
empezaba a demostrar que, además de tener una clase poco habitual para un
marcador central, tenía una personalidad impresionante para salir jugando
tranquilo cuando cualquiera hubiese optado por sacarse el problema de encima
rápidamente. Pero él no, él estaba destinado a ser distinto al resto, él estaba
destinado a ser “El Mariscal” Gabriel Alejandro Milito.
Y como no extrañar a
ese chico, que se hizo hombre cuando a los 20 años le dieron responsabilidad de
llevar en su brazo izquierdo la cinta de capitán de uno de los clubes más
grandes de América.
Aquel que poco a
poco, gracias a su destacada calidad y su fuerte personalidad y liderazgo fue
convirtiéndose en un referente, hasta que el Real Madrid vino a buscarlo. Gaby,
teniendo la posibilidad de irse a compartir vestuario con jugadores de la talla
de Roberto Carlos, Zinedine Zidane, Luis Figo, entre otras figuras mundiales, se
negó a “los galácticos”, justificando que antes quería ser campeón con la
camiseta de Independiente.
Esto terminó de
llenar los corazones de los hinchas, que ya lo veíamos como un ídolo del club.
Ese momento tan
esperado por los hinchas rojos y por “El Mariscal” llegó en el 2002, de la mano
del Tolo Gallego, con un equipo repleto de figuras. El Rojo pudo gritar campeón
después de 8 años de sequía, cumpliendo el sueño del Gaby.
Ya todos sabemos lo
que pasó después con el Real Madrid. También conocemos de sus éxitos en el
Zaragoza y en el Barcelona, catalogado como mejor equipo de la historia del
fútbol. Sabemos de todas las lesiones que sufrió, todo el tiempo que tuvo que
estar alejado de las canchas, pero siempre volvió.
Y así fue, como hace
un poco menos de un año, decidió volver al sitio que lo vio nacer. Volvió para
calzarse la 18 y, obviamente, la cinta en su brazo izquierdo para jugar en el
club de sus amores.
Lamentablemente, en
esa temporada que estuvo en el club, no se obtuvieron buenos resultados y
Gabriel se terminó retirando a causa de un agotamiento tanto físico como
mental.
Pero nosotros no nos
olvidamos de ese pibe de rulitos que nos asombró gratamente aquel diciembre, o
aquel señor capitán que tomó la bandera de su equipo cuando las papas quemaban
para darnos aquel título en el 2002, y menos nos vamos a olvidar de aquel que
dejó la tranquilidad del mejor club del mundo para venir a retirarse al club de
sus amores.
Gracias Gabriel, por
darnos todas las alegrías que nos diste, por jugar como lo haría un verdadero
hincha y porque todos sabemos que nos vas a volver a dar alegría. Continuara…
“Porque sobran las bolas, de matarla con el pecho y no tirarla afuera”
El Baile de la gambeta, Bersuit Vergarabat
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